1. William Shakspere de Stratford, un personaje ajeno a la literatura

 

 Desde que empezaron a generalizarse los estudios sobre la vida y la obra de Shakespeare han transcurrido más de tres siglos. En ese tiempo, las librerías y bibliotecas del mundo entero se han alimentado de biografías en las que la carencia de rigor ha desbancado a los trabajos objetivos al respecto.

 Según afirma el profesor David Ellis en su obra The Truth about William Shakespeare: Fact, Fiction and Modern Biographies, la mayoría de las biografías del personaje de Stratford se caracterizan «por haber bajado los estándares intelectuales y por la degradación del arte de la biografía».1 De acuerdo con John Hudson, autor de Shakespeare’s Dark Lady, «el éxito comercial de estas obras ha mermado la función analítica y el rigor histórico que se espera de una biografía para pasar a crear un aparato ideológico”.2

 William de Stratford es uno de los personajes históricos a los que se han dedicado más horas de investigación. Varias generaciones de eruditos han hecho ingentes esfuerzos para intentar casar la biografía del supuesto actor y prestamista de Stratford con la del ilustre poeta.

 Los problemas que surgen al conocer la biografía de William Shakspere de Stratford no están relacionados con la falta de información, se dispone de más de setenta documentos sobre su vida, casi todos ellos documentos públicos y asuntos legales. La cuestión es que no hay uno solo que le relacione con el mundo de la literatura.

 Resulta especialmente significativo constatar que en el momento de su muerte, abril de 1616, nadie se hizo eco de la noticia. Lo lógico, para un personaje de su talla, habría sido la celebración de un entierro con todos los honores en el Poets Corner de la Abadía de Westminster, tal y como se hizo con otros escritores mucho menos afamados que él. El autor londinense Francis Beaumont murió 50 días antes que Shakspere y, aunque mucho menos conocido, fue ampliamente celebrado por sus compañeros y sus restos fueron trasladados a la abadía de Westminster. La muerte de William Shakspere pasó totalmente desapercibida; no consta ni un solo comentario de escritores, amigos o admiradores del supuesto genio de Stratford.

 Sabemos que W. Shakspere fue copropietario del teatro Globe y que hacía préstamos económicos por los que cobraba intereses y por los que pleiteó en más de una ocasión. Tenemos constancia de que tenía un gran interés en el reconocimiento público, motivo por el cual compró los derechos a un escudo de armas para adquirir el rango de “caballero”; alcanzar dicho reconocimiento le supuso grandes esfuerzos y años de espera. Partiendo de que se trataba de un personaje célebre y guiándonos por otros casos similares de la época, esta espera, simplemente, no encaja.

 No hay constancia de que William Shakspere de Stratford mencionara interés alguno por los libros o la literatura.

 Exceptuando seis firmas que se le atribuyen, sus biógrafos están convencidos de que no existe ningún manuscrito suyo. Dichas firmas, todas posteriores a 1612, no presentan uniformidad de trazo, lo que invita a pensar que su autor apenas sabía escribir. Biógrafos stratfordianos justifican el irregular trazado de las mismas como evidencias de posibles enfermedades que afectaban a su sistema nervioso.

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Únicos manuscritos atribuidos a W. Shakspere de Stratford

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 Las firmas a, b y c pertenecen a tres documentos diferentes que William firmó en los años 1612 y 1613, las tres últimas se encuentran en cada una de las tres páginas de su testamento. Tras una primera observación comprobamos que tras la «W», que William, ocasionalmente, consigue resolver satisfactoriamente, las firmas (b), y (f), muestran un «illiam» perfectamente legible y ejecutado con un solo trazo sin interrupciones; sin embargo, al abordar la secuencia «s h a k s» del apellido, el autor no es capaz, en ninguna de las seis firmas, de conectar más de dos grafemas seguidos. William utiliza la grafía propia de la época conocida como «secretary hand» y parece evidente que el trazado y la conexión de estos grafemas significaría un importante desafío para alguien que no tiene costumbre de usar la pluma.

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 En este manuscrito de la época, en cuyo texto leemos «Shakspeare», podemos observar, además de la escritura propia de la grafía «secretary», los largos conectores que su autor emplea para su ejecución. Sin duda se requiere más destreza para escribir «shaks» con un solo trazo que para plasmar «illiam». Este dato nos podría estar dando una clave que explicaría las importantes diferencias que observamos al comparar la ejecución del nombre y del apellido. Otro rasgo característico de poca destreza en la escritura lo encontramos en la falta de uniformidad que presentan estas seis firmas, ejemplo de ello es la elaboración de la «S» inicial del apellido donde encontramos al menos cuatro formas distintas de iniciarla y de afrontar su consecución. Una enfermedad que afecte al sistema nervioso y, como consecuencia produzca temblor en el pulso o pérdida de movilidad en los miembros, presentaría una tipología que difícilmente se puede extrapolar a este caso.

 Si bien Shakspere pudo haber cursado estudios hasta los catorce años en la escuela de su ciudad natal, sabemos que no habría seguido estudiando más allá de esta edad, ya que no figura en los registros de la época de las dos únicas universidades que existían por aquel entonces: Oxford y Cambridge.

 La obra de Shakespeare refleja grandes conocimientos de materias como leyes, filosofía, literatura clásica, historia antigua y moderna, matemáticas, astronomía, arte, música, medicina, horticultura, heráldica, terminología y tácticas navales, etiqueta, costumbres de la nobleza, costumbres cortesanas de Francia, Inglaterra e Italia, pasatiempos de la aristocracia… Resulta difícil imaginar cómo Shakspere pudo recabar toda esa información, máxime sabiendo que no se encontraron libros en su casa y tampoco se encontró ninguno que pudiera haber sido de su propiedad en ninguna otra vivienda en un entorno de 50 millas, tal como reveló el reverendo James Wilmot tras la exhaustiva investigación que realizó en 1781.

 El testamento de Shakspere está escrito en un lenguaje tosco y vulgar, que en absoluto refleja relación con la literatura. En su legado, Shakspere enumera un gran número de enseres de su propiedad como son: camas, mesas, sillas o armarios; no hay ninguna mención de objetos relacionados con la literatura como pudieran ser: libros, plumas, tinta o muebles aptos para escribir o guardar material de escritura. Tampoco se mencionan instrumentos musicales. El hecho de no incluir referencias a sus libros debería llamar poderosamente nuestra atención, en aquella época un volumen impreso se consideraba un bien de gran valor.

 Esta biografía contrasta con el W. Shakespeare que reflejan sus obras. El autor no estaba interesado por los bienes materiales y sí, como muestran muchos pasajes de su creación, en la búsqueda de inmortalidad literaria.

 Shake-speare, cuyas obras manifiestan su extraordinaria cultura, muestra un gran interés en los personajes femeninos de sus creaciones. Miranda, Portia y Bianca representan fuertes caracteres por los que sus respectivos padres sintieron la necesidad de demostrar que eran cultas y refinadas. Esta realidad es difícilmente conciliable con la biografía de Shakspere de Stratford; su hija Judith no sabía escribir su propio nombre mientras que Susanna, que era capaz de garabatear una firma con trazo inseguro, no lo era de reconocer la letra de su marido.

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Garabato ejecutado por Judith junto al apellido
donde se lee Shakspeare (manuscrito por un asistente legal) (1611)

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Firma de Susanna, hija mayor de William Shakspere

 William Shakspere era un hombre de negocios que prestaba dinero a cambio de intereses. En varias ocasiones acudió a los tribunales a reclamar el cobro de pequeñas deudas, curiosamente, nunca demandó a los que usaron su nombre, tampoco existe constancia de que cobrara derechos o recibiera honorarios como escritor.

 La vida de W. Shakspere se desarrollaba entre Stratford-upon-Avon y Londres, dos ciudades que en aquella época estaban a tres días de camino; esta dinámica es muy propicia a la generación de un gran volumen de correspondencia. Resulta sorprendente que no se conserve ningún documento, ni una simple carta que relacione a Shakspere con la literatura.

 Aunque el trabajo en equipo era una práctica muy común entre los autores isabelinos, William Shakspere no escribió ninguna dedicatoria o reseña ni tampoco fue objeto de ellas.

 No hay constancia de que Shakspere conociera a Isabel I o a Jacobo I, o de que se tratara de un personaje célebre. Desde 1610, mientras las obras de Shakespeare se interpretaban en la corte, él se encontraba retirado en su casa de Stratford.

 De toda la obra de Shakespeare, los sonetos son intrínsecamente distintos al resto por su naturaleza biográfica. En ellos se reflejan emociones intensas, se describen sentimientos de soledad y exilio e incluso el dolor del autor ante la imposibilidad de plasmar su nombre en sus propias obras. Los eruditos han estudiado estos sonetos durante décadas y no han encontrado ninguna relación entre la biografía de Shakspere y las vivencias que en ellos se cuentan. En muchos círculos académicos se considera de mal gusto buscar en los sonetos un sentido biográfico.

 Se tiene conocimiento de al menos diez personas de la época que conocieron a Shakspere el prestamista y, que con toda probabilidad sabían de la existencia de Shakespeare el autor, ninguno de ellos relaciona a ambos personajes.3

 Susanna, la hija mayor de W. Shakspere, vivía junto a su marido, el Dr. John Hall, y su hija Elisabeth en Stratford, apenas a cinco minutos de New Place, la casa de su padre a la que se trasladaron tras la muerte de éste. El Dr. Hall, autor de un libro escrito en latín sobre medicina, contrajo matrimonio con Susanna en 1607 y fue considerado uno de los mejores médicos de Warwickshire. Durante los más de treinta años en los que ejerció su profesión en el condado, registró en varias libretas las dolencias, anécdotas y datos relevantes de sus pacientes. Dos de estas libretas fueron encontradas tras su muerte y en ellas Hall menciona, entre otros, al célebre poeta del condado Michael Drayton. Aunque en dichas libretas hay registros desde 1611, en ningún momento aparece el nombre de su suegro que con toda probabilidad fue uno de sus pacientes.

 El cirujano James Cooke, que había entablado amistad con el Dr. Hall cuando ambos atendieron al conde de Warwick y su familia, se encontraba en Stratford durante la guerra civil en 1644. James estaba enrolado en la Ejercito Parlamentario que tenía como misión defender el puente de Clopton en Stratford-upon-Avon. Acompañado de un amigo, Cooke decidió visitar a la viuda del Dr. Hall, fallecido en 1635. Cuando llegaron a New Place se interesaron por cualquier libro o documento que hubiera pertenecido al Dr. Hall; Susanna les mostró dos libretas escritas en latín que el Dr. Cooke, que estaba familiarizado con la letra del Dr. Hall, enseguida reconoció como suyos y así se lo transmitió a Susanna que, no obstante, rechazó esta afirmación. En cualquier caso, el doctor consiguió convencer a Susanna para que le vendiera dichos manuscritos. A pesar de que una de las libretas desapareció, Cooke tradujo la otra libreta del latín y añadió, a los 170 casos que contenía, algunos más de sus propios pacientes.  Dicho trabajo fue publicado en 1657 bajo el título Select Observations on English Bodies… En la introducción a su libro, el Dr. Cooke describe su encuentro con Susanna en New Place; tras su lectura resulta obvio que ni ella, ni el mismo doctor, eran conscientes de que William, que había vivido en esa misma casa durante sus últimos veinte años, hubiera realizado ninguna actividad literaria.

 Philip Henslowe fue un negociante de éxito, entre otras cosas era el propietario del teatro Rose y más tarde del teatro Fortune, además era suegro del actor más famoso de la época, Edward Alleyn. Philip nos ha legado un diario con sus transacciones financieras en el que incluye recibos de taquilla, pagos a los autores por sus guiones y el número de veces que fue representada cada obra. El diario de Henslowe es el documento más importante sobre el teatro isabelino del que disponemos en la actualidad. En dicho diario figura que los “Admiral Men” representaron la obra de Shakespeare Enrique VI en marzo de 1592. El diario de Henslowe contiene el nombre de una veintena de autores, entre ellos no figura el de Shakespeare. 

 Tanto, o más importante que los datos que se conocen, son las evidencias que deberíamos conocer y sabemos que no tuvieron lugar. La primera obra publicada con el nombre de William Shakespeare fue Venus y Adonis, que fue dedicada a su supuesto patrón el conde de Southampton, el cual nunca citó a su distinguido pupilo.

  Ni inmediatamente después de su muerte, ni en ningún otro momento, los herederos de William reclamaron o solicitaron derecho alguno sobre los beneficios que pudieran derivarse de la obra de Shakespeare.

 Hay muchos más motivos que invitan a dudar así como muchas preguntas de difícil respuesta:

 ¿Cómo pudo Mr. Shakspere simultanear su carrera de actor y copropietario de un teatro, atender su casa y sus negocios en Stratford, que le obligaban a viajar continuamente entre Londres y Stratford, y al tiempo escribir la ingente obra que se le atribuye?

 La fuente principal de que se sirvió Shakespeare para la composición de Otelo es, sin duda, Gil Hecatommithi de Giovanni Battista Giraldi Cinthio, publicada en italiano en 1565 y traducida finalmente al inglés en 1753. Además de saber francés, italiano y latín, Shakespeare tenía un amplísimo conocimiento de la historia, literatura y filosofía de la Grecia y Roma Clásicas, así como de los textos bíblicos. ¿Cómo pudo Shakspere procurarse toda esta preparación, tal como refleja su supuesta obra, sin que nadie en su entorno reparara en ello?

 En la vida de William hay varios períodos, el más largo entre 1585 y 1592, de los que se no se dispone de datos biográficos. Sus biógrafos han bautizado a estas épocas indocumentadas como «los años perdidos». Por lo que respecta a la creación literaria y a la relación con la literatura, toda la biografía conocida de William de Stratford puede ser considerada como años perdidos.

NOTAS

  1. David Ellis, The Truth about William Shakespeare: Fact, Fiction and Modern Biographies. Edinburgh University Press, 2012, página 177. Traducción del autor.
  2. John Hudson, Shakespeare’s Dark Lady. Amberley Publishing  The Hill, Stroud Gloucestershire, 2014página  39. Traducción del autor.
  3. Ramón Jiménez: «Shakespeare in Stratford and London: Ten Eyewitnesses Who Saw Nothing». Shakespeare Beyond Doubt? Exposing An Industry in Denial.  Shakespeare Authorship Coalition, 2013.

6 opiniones en “1. William Shakspere de Stratford, un personaje ajeno a la literatura”

  1. Son muchos indicios biográficos que parecen apabullantes y dan coherencia tanto a la vida de Shakespeare como a una obra separada de él,de un estilo y cultura marlowianos, pero publicada con el nombre de Shakespeare. Dijo Freud algo así en su estudio de «Leonardo» que los hombres excepcionales se podían entender con unas reglas propias diferentes al común de los mortales. Pero esto es una ceguera,hay obviedades que son obviedades. Esta bipolaridad es difícilmente digerible.

  2. Desde un punto de vista muy subjetivo uno ve el retrato de Chandos el más fehaciente de Shakespeare y ve un personaje suspicaz,cuico,poco de fiar más propio de un prestamista o un productor teatral que convivía en zonas urbanas problemáticas. Uno ve el retrato de Marlowe ya con veintipico años y ve facciones suaves propias de alguien con una vida más acomodada e intelectual como un universitario,orgulloso y seguro alguien que se sabe protegido por los de arriba.

  3. Es una obviedad que debería dar vergüenza ajena a los intelectuales y doctos debatientes de las sutilezas del pensamiento que un autor que nos obliga a pensar constantemente en lo sublime,como la emigración de los cisnes nos obliga a pensar en la mutabilidad de lo exquisito,no puede ser un tipo tan ambiguo como el Shakespeare prestamista,tosco y cicatero,siempre ávido de negocios turbios para conseguir un poco de dinero. ¿Pero hay pruebas contundentes salvo los análisis filológicos? no. Pues buenas tardes.

  4. Totalmente de acuerdo Alfonso, es todo demasiado obvio. Simplemente añadir que tampoco existen análisis filológicos que indiquen que el prestamista de Stratford pudo ser el autor de la obra firmada por Shakespeare.

  5. Hola desde mi punto de vista Shakespeare leía las obras y luego realizaba un monólogo magistral con su propia versión…Sus obras disponen de antecedentes que demuestra mi hipótesis…William no escribía ,…los presentes interesados en su obra escribían el diálogo magistral y su rico contenido…Shakespeare escribió su historia de amor desarrollada en Verona sin nunca haber pisado suelo de lo que hoy es Italia…Disponía de una mente extraordinaria con capacidades diferentes y problemas para escribir…Fue denostado y envidiado por sus contemporáneos…envidia colectiva de su entorno…muchos intelectuales hablaron muy mal de el…A Mozart también algo similar…Cuándo murió lo tiraron en una fosa común sin miramientos por que era extraordinariamente brillante como Shakespeare pero en el rubro musical…Cordial saludo…

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